A falta de
cabra, vale una gitana rumana para que unos cuantos seguidores del PSV
Eindhoven, exhiban su estupidez y su mala baba, mientras se toman una cerveza
en una terraza de la Plaza Mayor de Madrid.
Qué ganas de darles una hostia a cada uno de ellos, de verlos ateridos de frío y de miedo detrás de una alambrada que les cierre la puerta a la Europa donde ellos viven y exhiben sin pudor su condición de miserables.
Qué pena que
no haya Dios que imponga esa Justicia Universal que debería llevar a cada uno
de estos gilipollas a lavar de rodillas los pies de tantos pobres, que están
llenos de mugre, de llagas, de miedo y de la dignidad que a estos patanes les
falta.
Cómo me
alegro de que Juanfran metiera el último penalti.