viernes, 4 de septiembre de 2015

La playa




Si estuviera sobre una cama de sábanas deshechas todos pensaríamos que está profundamente dormido, pero es agua y es arena la que cubre su cara de niño muerto. Ese abandono de su cuerpo no es fruto del sueño sino del agua que sembró de sal marina sus pulmones. En el vaivén mínimo del mar se repite la historia de espanto que siempre acompaña al hombre. No aprendemos. Las olas sin fuerza mecen una cuna de agua, el son de mar es una nana que suena a réquiem. Todo inútil ante esta tragedia repetida. El agua viene y va mojando su piel blanca y fría;  no sabe que la infancia es ese jardín secreto donde la muerte no debería jugar al escondite.  

El niño muerto nos deja con la boca llena de arena, de agua salada y de vergüenza. Nos señala a todos: a ti, a ti, a mí… A todos.

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