viernes, 3 de octubre de 2014

Las Matemáticas Inexactas






Las Matemáticas Inexactas es la rama de las matemáticas que permite, mediante la alteración imprevisible y apriorística de datos exactos, la obtención de inexactitudes tan imprevisibles como enriquecedoras; es decir, habilitan el camino para que dos y dos no jodan siempre con su inevitable cuatro. Los amantes de esta variante matemática, donde los datos, como se pueden imaginar, no son siempre numéricos, consiguen derribar todas las teorías hasta ahora irrefutables por el simple hecho del comportamiento inopinado de los datos de partida: ahí está el truco y el dolor de las Matemáticas Inexactas.

 No todo el mundo puede llegar a dominar las Matemáticas Inexactas, es absolutamente necesario saber hacer metáforas, por eso los poetas son los grandes de esta ciencia. Las Matemáticas Inexactas tienen muchas aplicaciones, sirven no sólo para explicar accidentes en lanzaderas espaciales sino también comportamientos a priori inexplicables. Es precisamente por estar huérfana de todo empirismo, por lo que muchos han abjurado de esta ciencia inexacta


Donde más se ha avanzado en el conocimiento de esta rama de las matemáticas es en el terreno amoroso.  Todos hemos comprobado cómo en este ámbito, uno y uno, no siempre son dos, me explico: pueden seguir siendo uno y uno (con el tiempo ni siquiera recordarán que hubo una cruz –cruz de suma o de muerte- de por medio); pueden ser dos, e incluso pueden llegar a ser tres, si bien en este caso es muy difícil, aunque no imposible, que el resultado termine siendo definitivo porque, por lo menos uno de los sumandos, suele acabar con un cuchillito clavado en la espalda que le multiplica por cero, o sea, le resta, de la suma inicial.

 Las Matemáticas Inexactas explican, con una apoyatura científica irrefutable – ahí sí- el legítimo empeño que tienen los poetas por mudarse de piso sin excesivas nostalgias con tal de ver el mismo horizonte desde diferentes alturas.

Yo reconozco que no manejo esta lábil ciencia pues me queda grande la vocación de incertidumbre que tiñe todas sus operaciones. Sé que, quizá por mi precaria formación poética, a mí me costaría sumar uno y uno con un desenlace distinto del previsto y cuando me subiera al avión del nuevo resultado, estoy seguro de que echaría de menos a mi dos - ese dos con el que gocé tanto cuando era un matemático de los de toda la vida – que se quedaría lloriqueando de amor entre la niebla, perdido como un perro sin dueño, preguntándose cómo pudieron fallar las matemáticas a estas alturas de curso.



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