viernes, 13 de febrero de 2015

Narciso frente a Facebook



"Todas las almas llevan
sangrando su corona "
 Acordes a T.L. de Victoria (José Hierro)
 
Facebook no es más que una arquitectura virtual que descansa sobre un entramado de amistades que en su mayoría son falsas o de conveniencia. En muchas ocasiones, más que amigos, en Facebook, Twitter y otras redes análogas, buscamos un público, una audiencia entregada a la causa, un aplauso imaginario con el que sentirnos un peldaño más arriba en el nivel de influencia o notoriedad social. Todo, con el fin último de vernos más guapos en el espejo.

No pongo en duda que Facebook también sirve simplemente para divulgar noticias, vídeos o fotografías que sus usuarios consideran de interés; y que muchos lo utilizan sin más pretensiones que las de hacer uso de un canal de comunicación gratuito y universal. Nada que objetar. Sin embargo, creo que en demasiadas ocasiones, debajo de los “Me gusta” y los “Retweet” hay una urgencia por significarse, unas ganas irreprimibles de levantar el brazo por entre la multitud invisible, en un afán un tanto absurdo de reivindicar nuestra existencia virtual. 


Esta participación en las redes sociales está cada vez más extendida, ya son pocos los que no sienten la inventada necesidad de crearse un perfil propio en estas páginas. Va pareciendo que la vida no sucede para los que guardan silencio en la Red. Y eso no es así. Además, tengo para mí que muchos usuarios de las redes sociales sienten cada día más pequeño el evidente desfase que existe entre la realidad virtual, que las redes sociales ofrecen, y la vida real; y lo sienten hasta tal punto que muchos han entreverado tanto en su día a día ambos mundos que sus fronteras están languideciendo y corren el serio riesgo de desaparecer. Puede que sea ésta la tan buscada Cuarta Dimensión cuya existencia ya intuyó Einstein. Quién sabe, el tiempo y el espacio hacen regates que para sí los quisiera Messi.


Por las cloacas de las redes sociales corren también muchas carencias personales y, sobre todo, mucha soledad.  Hay gran cantidad de contenido vacío que la gente cuelga por salir un poco del armario de su rutina y darle a su vida una dimensión de la que realmente carece. Fruta huera. Estos imaginarios tablones de anuncios que son las Redes Sociales, actúan en muchas ocasiones como el remanso del arroyo al que Narciso fue a beber y en el que vio reflejado su propia y bella imagen. Sólo que aquí, la imagen que el espejo devuelve no es la nuestra, sino la que nuestra soledad, nuestra vanidad o, en ocasiones, nuestra estupidez, ha querido reflejar en él a punta de “Me gusta”.


Lo terrible es que hay mucha gente que, como Narciso, no se atreve ya a beber de ese espejo por miedo a que esa imagen impostada desaparezca entre las ondas del agua, pues en el fondo son conscientes de que nuestro yo en la Red es algo tan frágil como el humo en el viento. De ahí que convenga quitarle hierro al asunto, bajarle la fiebre al enfermo, para no obsesionarnos con ese apócrifo reflejo. Morir de sed por esto es una estupidez, por mucho que una flor que lleve nuestro nombre nazca a los pies del espejo.


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