Merry Christmas, Mr. President.

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 Recientemente  un informe del Senado de los EEUU ha puesto sobre la mesa las prácticas de la CIA con los detenidos tras el 11-S sospechosos de pertenecer a Al Qaeda. 

 La CIA torturó impunemente a sospechosos de terrorismo entre 2001 y 2009 en prisiones secretas de medio mundo, al amparo del pánico suscitado por el 11-S y de la “doctrina Bush”. Las prácticas habituales incluían, entre otras aberraciones, mantener a los torturados de pie con alguno de sus miembros roto, confinamiento en la oscuridad con música a alto volumen, privación del sueño hasta más de 180 horas, hidratación y alimentación rectal, sodomizaciones y otros abusos sexuales, ahogamientos, ejecuciones simuladas y ruleta rusa…

Veo al hombre de la foto y no puedo concebir una humillación mayor. Imagino el llanto sordo y continuado dentro del capuchón, el tacto tibio en los dedos de la mano que sujeta la frente del hijo, el temblor de labios, los mocos de la rabia, los dientes inútilmente rechinando. Todo en silencio, para que el hijo no sepa.

Bajo el humillante capirote hay un hombre que nunca creerá en el Dios de Bush, ni en Silicon Valley, ni en la bolsa de NY, un hombre al que no le dejan más salida que el llanto y el odio.  Mal semillero es éste para la paz. 

 

Yo tengo un hijo poco mayor que el niño de la foto y hoy me siento más dentro de la oscuridad de la grotesca capucha que del otro lado de la concertina que enmarca la foto.

Merry Christmas, Mr. President.