¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido! Fray Luis de León
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido! Fray Luis de León
Hay algo tan
necesario como el pan de cada día,y es la paz de cada
día. La paz sin la cual el pan es amargo.
Amado Nervo
Amado Nervo
Cada uno busca su escondida senda
donde sabe, donde puede, o donde le dejan. En este siglo que vivimos
peligrosamente, el GPS ha privado a las sendas de toda posibilidad de jugar al
escondite. Pero aunque la tecnología sea capaz de abarcar lo infinito de manera
simultánea, ni los sistemas de navegación vía satélite, ni Internet, ni los
ingenieros de la NASA, ni la tecnología más
puntera, son capaces de averiguarle los caminos al alma del hombre, y ahí es
donde éste se manifiesta con la chulería de un Dios, pues sabe de lo
inexpugnable de ciertas fortalezas emocionales.
Pero como el hombre tiene más
gustos que colores da la luz, los hay que encuentran su escondida senda en una
tribuna del Bernabeu, haciendo siete bajo par con un guante blanco en la mano
izquierda, o pergeñando, durante una lluviosa tarde de domingo y rodeado de los
acordes mágicos de una sonata de Bach, la arboladura de una reproducción a
escala del Juan Sebastián Elcano. Nada que objetar. No le quito ni le pongo
mérito a uno frente a otro: José Hierro escribió gran parte de sus poemas en la
mesa de un bar atestado de gente y ahí está la maravilla de su obra.
A mí, sin embargo, para que me
sepa bien el caldo, necesito de un hueso de silencio. El silencio
nace de la afonía de todos los ruidos. Y digo ruidos y no sonidos, porque
aquellos embarran el silencio y éstos le dan muchas veces su dimensión real: hablo
del gorjeo de un pájaro, del
tañido de una campana, de la risa de un niño o del ladrido lejano de un perro.
Ese silencio nutrido de voces es el que a mí me muestra la escondida senda,
por eso yo lo mismo la encuentro en las laderas de una sierra agra, tras las
perdices; tentando a las truchas con la cucharilla en la torrentera cristalina
de un río; o escribiendo estas líneas
mientras mis hijos se ríen cuando se preparan para ir al colegio.
En estos silencios impuros, vacíos
de ruido y trufados de voces y de sonidos, encuentro mi escondida senda, ésa que consigue que mi pan de cada día no
sea amargo.
Precioso y enternecedor. Me gusta + 1
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