Gatos Hemingway (Liliana Muente) |
De ti no tengo más que una conversación telefónica y un par de fotografías con sonrisa en Buenos
Aires. Recuerdo tu voz vestida de caverna, que vino a mí desde el otro lado del
mar, ave migratoria, para anidar en mi memoria. Era una voz de cobijo, de
elogio, forjada a golpe de tabaco y yunque de ron – el tabaco da voces de
invierno que abrigan como una bufanda al cuello -. Todo esto, sin saber
siquiera si fumas o tienes en la grapa un confidente. El caso es el mismo.
Desde entonces, el gato de tu voz ronronea ronco de vez en cuando sin que nadie
más que yo lo oiga.
Ocurre, que algunas noches sin luna lo sigo por tejados,
por patios que no conozco, por los senderos diáfanos por los que marchan los
tigres callejeros y nocturnos; y así caminamos, con la calma terciopelo de los gatos,
viviendo el tiempo que se dilata en su pupila vertical y felina. Lo sigo en su
rumbo cierto, sobre las tejas que techan el mar, flautista de Hamelín con voz
de domesticar truenos, hasta quedarme solo en una habitación, mirando cómo la
grieta de luz roja que se escapa de una puerta cerrada se va haciendo grande al
abrirse desde dentro, para que una voz ronca, una voz fuerte para las
delicadezas, diga:
.- Mirá qué linda foto le hice a estos dos gatos.
Gracias Luis!!! Hermoso texto y dónde estarán esos dos gatos!!! Un beso transociánico con el cariño de todos estos años.
ResponderEliminar